La Terapia Gestalt fue creada por Fritz Perls y Laura Posner, ambos procedentes  del mundo del psicoanálisis y la psiquiatría, a mediados del Siglo XX. Pero beberán de otras muchas fuentes tanto de la psicología como de la filosofía, el zen, el teatro o la semántica.  Las divergencias entre ambos dio lugar a dos enfoques diferentes: el del Este y el del Oeste, el primero representado por Laura y el segundo por Fritz, junto a sus respectivos colegas. El de la costa Oeste puso el énfasis en la actitud, la intuición y la experiencia, y es éste, el enfoque de Fritz Perls, el que hasta mí llegó.

Una cuestión que considero crucial es que la gestalt está más interesada en la salud que en la patología, siendo el nivel de conciencia de la persona lo que la posiciona a ésta en un lugar más o menos saludable: A más conciencia mayor salud. En nuestra sociedad los criterios clínicos (patologías) han servido en demasiadas ocasiones para etiquetar a los “enfermos” y diferenciarlos de los posibles “sanos”, creando un mundo dicotómico e irreal y por tanto no al servicio de la salud. Más que dos mundos, existe un continuo con diferentes grados de conciencia. Para ayudar a sanar no necesitamos etiquetas: depresión, crisis de angustia, trastorno obsesivo-compulsivo…, (sin entrar en la utilidad que éstas puedan tener para otras cuestiones técnicas). Lo que necesitamos es  comprender a la persona en su contexto.

¿Y cómo se puede ayudar a sanar? En primer lugar el terapeuta ha de respetar profundamente la experiencia de la persona que acude a consulta, sea la que sea. El juicio no cura y para juzgar ya están los jueces. La tarea del gestaltista es acompañar al otro, que por otro lado trae su propia “clave” o respuesta aunque lo desconozca. Pudiera parecer una paradoja, pero la persona llega a consulta con su problema y su solución. La tarea del terapeuta es ayudar a quitar las vendas de los ojos y si pretendiera dar la “solución”, no sólo estaría minusvalorando a la persona que tiene delante, sino que además, estaría fomentando la dependencia. Toda persona tiene su propia sabiduría, más o menos oculta, y a pesar del daño sufrido, intacta.

El terapeuta facilita que la persona tome conciencia de aspectos de su vida de los que aún no tiene conciencia y sin embargo afectan a su vida. Es decir, lo primero es ayudar a darse cuenta. Lo siguiente es apoyar la aceptación y asimilación de estos aspectos. Esta nueva conciencia también implica un proceso de desbloqueo de energía a nivel corporal, y esa energía está ahora al servicio de nuevas conductas más saludables. Conductas que surgen y provienen de la persona en cuestión. Digamos que la propia sabiduría está en marcha. Y así, el terapeuta acompaña en un proceso de crecimiento y maduración, donde la persona al fin y al cabo lo que ha hecho, entre otras cosas, es hacerse responsable de sí misma. Responsable de sus sentimientos, sus actos, sus deseos…, esos que antes estaban reprimidos o rechazados. Igualmente, uno deja de hacerse responsable de lo que no es suyo. Por ejemplo de los sentimientos que otros rechazaron y depositaron en él o en ella y la persona asumió. Quizás todo este proceso sea más fácilmente imaginable a través de un caso. Me viene a la memoria una divertida historia que dejaré para el siguiente artículo, con el fin de no alargar éste demasiado.

El terapeuta también alienta de diferentes formas a vivir el momento presente, el conocido aquí y ahora de la Gestalt. En realidad no tenemos otro momento: el pasado ya no existe y el futuro aún no existe. Sin embargo, situaciones inconclusas del pasado siguen afectando nuestro presente, manifestándose en este momento y pidiendo ser atendidas para poder cerrarlas y dejarlas en el pasado y, así, poder estar presentes en el presente. Si por ejemplo evitamos sentir el dolor de una pérdida, del tipo que sea, estaremos empobreciendo nuestra vida. Además, a medio o largo plazo, ese dolor reprimido, probablemente, se manifestará a través de síntomas cuya similitud con el duelo pueda parecer, a simple vista, extraña (por ejemplo síntomas físicos). Por otro lado, vivir mirando hacia el futuro tiene mucho que ver con huir del propio miedo a lo desconocido, no afrontándolo y creyendo que controlamos el futuro. Pero lo único cierto es que el futuro nos es desconocido e incierto. Dice un simpático proverbio idish: “El hombre hace planes y Dios se ríe”.

Ir viviendo cada vez más en el momento presente es al mismo tiempo un proceso consciente y activo y un resultado de ir tomando conciencia y responsabilizándose de sí mismo.

Me gustan los versos de T. S. Eliot

Están presente y pasado presentes
tal vez en el futuro, y el futuro
en el pasado contenido.
Si está eternamente presente el tiempo
todo, todo el tiempo es irredimible.

Para mi estos versos de gran profundidad hablan de una experiencia única y presente del tiempo, la eternidad. Si hago una lectura más superficial (y pido disculpas a Eliot por ello) me dicen que nuestro futuro está “determinado” por nuestro pasado, así como nuestro presente. La gestalt diría que aquellas experiencias pasadas que no se cerraron continuaran intentando salir a la superficie y solamente la persona que las padece es responsable de sanarlas y liberarse de ellas.

Concluyendo podemos decir que la terapia gestalt implica una filosofía de vida que invita a:

    • Vivir en el aquí y ahora, es decir en el presente y no en el pasado o el futuro.
    • Estar atentos (con el fin de darse cuenta) y aceptar la experiencia, tal cual se da, sin manipularla.
    • Hacernos responsables de nosotros mismos: nuestros actos, sentimientos, deseos...

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